Prensa IVIC/Edith García.- “Virus de la inmunodeficiencia humana: Del AZT a los inhibidores de cápside”, fue el tema que abordó el doctor Héctor Rangel del Laboratorio de Virología Molecular del Centro de Microbiología y Biología Celular (CMBC) del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
En su ponencia el doctor Rangel hizo un recorrido por la historia de los desarrollos farmacológicos para tratar a pacientes con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), el primer medicamento fue la zidovudina (AZT) y lo último que ha sido aprobado son los inhibidores de cápside.
Los inhibidores de la cápside son una clase de medicamentos que interfieren en los procesos que se realizan en la cápside del VIH, una envoltura de proteína que protege el material genético y las enzimas del VIH necesarios para su multiplicación.
El experto explicó que en los inicios “la terapia se basaba solamente en AZT que sí funcionó, pero en un lapso de tiempo muy corto y la expectativa de vida de un paciente que recibía este tratamiento era de un año más de lo que vivirían si no recibían el AZT, porque es una monoterapia enfrentando un virus de ARN que tiene unas tasas de mutación sumamente altas”.
Así mismo, se pudo conocer que hay distintos puntos que pueden ser atacados desde el punto de vista farmacológico, basados en la presencia de enzimas claves como transcriptasa reversa, proteasa e integrasa que son del virus. Los primeros fármacos se basaron básicamente en esos blancos selectivos (transcriptasa reversa y proteasa inicialmente) lo que permitió interferir proteínas claves en el virus que no estaban presentes en las células y permitiendo así una afectación sobre el virus de manera selectiva.
“Cierta cantidad de fármacos pierden sensibilidad cuando existen una mutación en particular y es importante estar consciente de la presencia de las mutaciones a la hora de diseñar un fármaco o generar una dosificación para el paciente que va a ser tratado”.
Para hacer frente a la enfermedad surge el Lenacapavir, con una estructura compleja, extremadamente cargada y fue aprobada para su uso en humanos a finales del año pasado. Se aplica dos veces al año de forma subcutánea pues su formulación permite liberación a largo plazo.
“El Lenacapavir interactúa con la cápside ya estructurada así como en unidades parciales de la cápside en formación, lo que genera una disminución en la carga viral”, puntualizó Rangel.